jueves, 16 de mayo de 2013

Capítulo XIII: Al mar rumor, buena cara

Luciana se peinaba su larga cabellera mientras contemplaba su reflejo. Estaba sentada delante de un tosco tocador, en una de las pequeñas habitaciones dobles del hostal. En una cama, Girautius realizaba una serie de ejercicios con sus pesas portátiles; en la otra, Lady Lía trataba de fingir que prestaba atención y no dormía.

Y en medio de la estancia, John Jesus paseaba de un lado a otro reflexionando. Lo que les había narrado la mujer rubia no había sido algo fácil de digerir.




La desconocida los había guiado hasta una mesa más apartada del alboroto que organizaban los borrachos del bar. Todos se habían colocado alrededor de ésta, la esfera en medio, rota en pedazos.

- Os preguntaréis quién soy. Mi nombre es Rachelle LaBlonde, pero me llaman La Furia de Neptuno, pirata de los Siete Charcos. Sí, habéis escuchado bien: pirata. Y como tal, quizá no deberíais creer ni una sola palabra de las que salgan de mi boca. De hecho, lo más probable es que espere una recompensa a cambio de todo lo que os voy a contar. Pero sé que os intriga lo de esa bolita despedazada, así que dejemos eso para más tarde. Creo tener la solución al enigma.

La melena rubia de la bucanera colgaba hasta más allá de su trasero en largos mechones ondulados y se agitaba de un lado a otro mientras hablaba.

- Veréis, se ha expandido un rumor a lo largo de las tabernas de los puebluchos de mala muerte. Lo sé porque suelo pasar por estos sitios a rodearme de algo de masculinidad. Ese…”rumor” tiene que ver con el Palacio Real.

El sir se estiró repentinamente en su sitio. ¿Noticias del Rey?

- Yo suelo tender más hacia leyendas: vampiros que se enamoran de humanas, vampiros que se enamoran de hombres lobo, vampiros de piel oscura que matan a otros vampiros,… Ya me entendéis. Sin embargo, este rumor parece tener buenos fundamentos. Se dice que el Rey ya no gobierna en estas tierras. Se comenta que es su mujer la que lleva ahora los pantalones en el castillo. Los rumores explican que la Reina experimenta con extraña magia negra y que ha sido así cómo ha apartado al Rey de su camino. Muchos fanáticos seguidores se han unido a ella y ahora conforman una especie de aquelarre mixto. Escalofriante, lo sé.

Lady Lía ya no escuchaba las palabras de la pirata: había comenzado a observar su atuendo y se encontraba fascinada. Rachelle vestía un anillo en cada uno de sus dedos, cada cual más singular: desde una serpiente que se enrollaba sobre su índice hasta una calavera con ojos de color rubí en el meñique. Todos resplandecían bajo la luz del bareto con cada gesto de la bucanera.

- Esa especie de aquelarre del que os hablaba es conocido como Entropía y su símbolo es una S muy particular. Yo diría que muy parecida a esta de aquí – con un dedo anillado señaló el trozo de esfera que tenía una S grabada-. No creo que sea una casualidad.

La Descarriada observaba ahora sus pendientes. Una ristra de huesos colgaba de sus orejas de manera amenazante, pero despidiendo un brillo casi purpurístico.

- Es más, añadiría que vosotros tenéis algo que ver con la realeza…por aquí la Reina no tiene muy buena fama, por eso os recomendaría guardar esa esfera. Pero, en fin, no son más que rumores, ¿no?

Brilli, brilli, brilli. Lady Lía se veía deslumbrada por los ajustados pantalones de cuero que lucía la pirata.

- No puedo creer lo que cuentas. El Rey jamás permitiría que alguien usurpase su poder y su posición. Ama su trabajo, yo mismo lo he visto –John Jesus no terminaba de tragarse las palabras de La Furia de Neptuno y su vena leal se abría paso hacia la superficie.

- Bien, no lo creas. Pero estos rumores suelen tornarse en realidad. Estos bares suelen servirme de The Times y de The Washington Post. Incluso a veces de Cuore Stilo.

Lady Lía no podía apartar los ojos de los numerosos tatuajes que cubrían los brazos de la bucanera. No podía interpretarlos todos, pero el que rezaba “Buffy & Spyke” le resultaba especialmente indescifrable.

- ¿Por qué habríamos de creerte?

- ¿Por qué habría de mentir?




Los cuatro protagonistas se habían escabullido a sus habitaciones antes de que LaBlonde les impusiera un precio por su historia. La habían emborrachado a tequilas y se habían evadido mientras ella le pedía al tabernero que animara el ambiente con algo de Eva Nescence. Sabían que no se podrían escaquear para siempre, pero querían charlar sobre lo acontecido en privado antes de discutir el precio de la información obtenida.

Por ello se encontraban los cuatro reunidos en la habitación de las dos muchachas. Luciana había dejado de cepillarse el pelo y contemplaba a John Jesus ir de un lado a otro de la estancia.

- Bueno y… ¿qué le vamos a hacer? Aunque el rumor sea cierto no es de nuestra incumbencia – Luciana deseaba echarse a dormir y no despertar en una semana, no embarcarse en una nueva aventura.

- Yo sólo quiero comprobarlo, ver con mis propios ojos que el Rey se encuentra bien, que son sólo rumores. Echar un vistazo rápido y largarnos de allí rápidamente – el sir era el más afectado por la noticia.

- ¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Entrar en el castillo como si nada, ojear a ver si el aquelarre de la Reina está por ahí realizando sus sacrificios diarios, disculparnos por las molestias y marcharnos de Palacio tranquilamente?

- Alguna solución habrá. Lo único que deseo es que el Rey no se halle en problemas. Es mi Rey, y el vuestro, le debemos lealtad.

Ninguno en la habitación poseía ese ramalazo tan institucional como John Jesus; sin embargo, aunque quisieran ayudarlo, no había manera de comprobar el estado del Rey. Si verdaderamente la Reina gobernaba ahora mediante magia oscura y la esfera de Entropía que debían llevar hasta el templo se había quebrado…no parecía que fueran a ser bien recibidos en la corte.

- En fin, siempre queda la opción más disparatada, coleguis –Girautius había posado las pesas sobre la mesilla de noche y se frotaba el mentón, pensativo-. Si conseguimos que esa piratilla nos preste su navío, creo que podríamos hacerle una breve visita al Rey.

Un ronquido y unas palabras adormiladas de Lady Lía dieron por finalizada la conversación:

- Brilli, brilli.